El nacimiento de la quimera
La nada está dentro, la mirada volcada hacia mí,
en este infinito, rayas negras de oscuridad
eclipsan en los pensamientos y en los ojos
la luz de la frente;
es el signo mismo de falta del presente quimérico…
¡entonces que haya niebla! se escucha una voz apagada,
en la que se pierda el monje ciego
está en el poder de la noche perder de vista mis ojos,
y con mi propia mirada, la quimera sorberla…
con la linterna apagada, me puse en camino hacia el anochecer,
para envolver la quimera en el pañal de la mirada
ella sigue adelante, se disuelve en si misma
y en el transcurso de la búsqueda me duelen los ojos…
pero la sigo a través de cavernas de espacio desolado,
entre los vacíos abismos cuando el ansia me amenaza,
y si por hambre la quimera no quiso
mostrarse a mí, ahora, de la nada, nace.
Existencia de la quimera
Me duermo en la hoguera, soy el sacrificio que pospone
la ascensión de la muerte en cráteres de fuego,
el halo de la llama absorbe
su luz para que brille de nuevo.
Una pared desierta anclada por los guardias,
para alumbrar mi cuerpo en la noche
el fulgor que apago en medio del anochecer
es la llama que al amanecer quisiera que viniera.
Es la mano, que en la búsqueda niega mi consistencia;
la muerte transfigurada me hace
creer que está en peligro la existencia
de las quimeras que cobran vida en los ojos.
La muerte de la quimera
El silencio es una cueva,
los dioses… una llamada santa del barro,
la noche entra en pánico,
es hora de que vuelvan los segundos al reloj,
partimos asustados, del polvo del cuerpo,
siguiendo a la quimera
en un viaje particularmente cambiante
y, sin embargo, tan firme.
Es el fin de un estado pacífico,
una lenta agonía de quietud,
el equinoccio dura un instante
en tu propio estado interior,
es fresca la sombra, las almas ausentes,
sólo el desierto del ser nos incita
a enterrar en ilusiones a la quimera,
lo cual, muerte quimérica significa.